“Con todos sus ojos ve la criatura
lo abierto. Sólo nuestros ojos están
como invertidos y rodeándola a ella por completo
cual trampas en torno a su libre salida.
Lo que hay afuera lo sabemos sólo por el rostro
del animal; porque ya al niño tierno
lo hacemos darse vuelta y lo obligamos a mirar hacia atrás
lo ya formado y no lo abierto,
tan profundo en el rostro del animal. Libre de la muerte.
A ella sólo nosotros la vemos; el animal libre
tiene siempre tras de sí su ocaso
y ante sí a Dios y, cuando camina, entonces
lo hace hacia la eternidad, así como manan las fuentes.
Nosotros no tenemos jamás, ni un solo día,
el espacio puro ante nosotros, espacio en que las flores
se abren sin cesar”.
cual trampas en torno a su libre salida.
Lo que hay afuera lo sabemos sólo por el rostro
del animal; porque ya al niño tierno
lo hacemos darse vuelta y lo obligamos a mirar hacia atrás
lo ya formado y no lo abierto,
tan profundo en el rostro del animal. Libre de la muerte.
A ella sólo nosotros la vemos; el animal libre
tiene siempre tras de sí su ocaso
y ante sí a Dios y, cuando camina, entonces
lo hace hacia la eternidad, así como manan las fuentes.
Nosotros no tenemos jamás, ni un solo día,
el espacio puro ante nosotros, espacio en que las flores
se abren sin cesar”.
Octava Elegía, R. M. Rilke.
Recientemente
he estado leyendo las poesías de Rilke y la Octava Elegía me pareció relacionada
con la temática del blog. No obstante es demasiado larga, así que he
seleccionado esta parte del principio en donde el autor reconoce la mirada pura
del animal, mirada que es forma de vida, como toda mirada lo es.
Esta
entrada está dedicada a unas aves peculiares, que si bien por el sur de la
península habitan sólo los campos, en otras partes pueden verse en las
ciudades, por ejemplo por Madrid pueden verse en los parques con mucha
facilidad. Por estas tierras conileñas son raras de ver por los núcleos
urbanos, hay que irse a los campos para encontrarlas. En este caso realicé una
visita a los pinares de Roche y fue allí donde realicé las fotos.
A la
sombra de los pinos, en un perpetuo contraluz habitan estas palomas torcaces (Columba palumbus).
Son grises con manchas blancas en el cuello y en el filo de las alas. En
algunas de las fotos salen algunas sin la mancha blanca del cuello, es porque
son juveniles, nacidas esta primavera y que ya a lo largo del invierno lucirán su
plumaje de adulto.
Habitan
por toda la península y su población va en aumento. Como decía vive en una
enorme variedad de hábitats, si bien en el ámbito de la campiña utrerana y le
zona de la Janda vive en zonas de campo y no en las zonas urbanas, en otras
partes como en la ciudad de Madrid las he visto en elevado número. Se alimenta
de semillas principalmente, no son aves insectívoras.
Había
muchas en el pinar y volaban a mi paso por encima de los pinares. Pero yo
caminaba bajo ellos, entre las sombras. Es un lugar difícil para realizar fotos
por los bruscos cambios de luz. A veces entre las ramas, a contraluz, podía ver
sus siluetas con un cuello estilizado característico que las distingue de otras
palomas.
Otras
veces las veía entre las ramas iluminadas por la luz del sol del atardecer, un
instante antes de volar. Tan sólo un ejemplar juvenil se detuvo un rato posado
en una rama mirando con atención mi cámara, se trata de la imagen con la que he
comenzado la entrada.
Los
días se acortan al final del verano, aunque todavía no han llegado las primeras
lluvias el cielo es más nuboso. Caminando por el pinar se pierde de vista el
cielo y el rumor del mar es sustituido por el rumor del viento en las hojas, el
crujir de las ramas. Entre las sombras muchos animales habitan y entre ellos
hemos escogido a las palomas torcaces. Con algunas imágenes de estos paisajes de umbría despido la entrada.
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