jueves, 29 de diciembre de 2022

Tras las lluvias: los candiles (Arisarum simorrhinum)


"Me haría feliz ver todos los prados de la tierra dejados en estado salvaje si así comenzara la redención del hombre". Walden, Thoreau.

Tras las copiosas lluvias de principios de diciembre la Sierra Carbonera, toda verde y barro, anuncia su espectáculo de floraciones. Algunos brezos comienzan a abrir sus moradas flores, algunos tojos (Ulex europaeus) comienzan a amarillear, los espárragos trigueros nacen vigorosos y sobre el suelo encharcado sobresalen variadas setas.


En las zonas más sombrías, bajo los arbustos, crecen los candiles (Arisarum simorrhinum). Desde pequeña me encantan. Yo los llamaba antaño frailecillos, pues la flor me recordaba a una capucha de la que usan los monjes. Pero después descubrí que comúnmente se los llama candiles y lo de los frailes no era más que una impresión mía, una asociación íntima, algo surrealista. Los frailes caminando por la umbría bajo gigantes hojas verdes, como duendes, anclados a la tierra, ocultando sus cabezas, sus rostros bajo una amplia capucha. 



Es una planta pequeña. Como las hojas son anchas y las flores crecen bajo, generalmente hace falta levantar las hojas para poder ver los candiles. 


Arisarum simorrhinum es una hierba perenne, es decir está todo el año por la Sierra Carbonera. Tiene rizoma (es decir un tallo subterráneo que crece de forma horizontal emitiendo tallos y raíces de sus yemas) y tubérculo engrosado en el tallo reproductor en donde acumula los nutrientes de reserva para la planta. Así que tiene un importante aparato subterráneo que no vemos y gracias al que perdura todo el año, a pesar de la sequía que por temporadas azota la sierra. 



Lo que vemos en la superficie son sus hojas de un verde intenso y su inflorescencia (pues en realidad el candil no es una flor como tal). El candil se compone de un espádice (un tipo de espiga) con flores masculinas y femeninas que está engrosado en su extremo superior: que sería la cara o la cabeza del fraile que yo veía cuando era niña; y de una espata que es lo que envuelve la inflorescencia, el traje con capucha del fraile. 


Esta planta se puede encontrar por la mitad oeste de la Península Ibérica, el norte de Marruecos, Túnez y Argelia, en Madeira, Canarias y las islas Baleares. 




Era una mañana de viento calmo y tras los días nubosos se abrían claros, el cielo volvía a verse azul, a ratos, anunciando los días soleados que habían de venir a finales de diciembre. Bajo los arbustos las hierbas reverdecen y los candiles, otro símil surrealista, iluminan las sombrías veredas, un toque de luz, rostro oculto del creyente, que habita la oscuridad y le da forma con su claridad a la naturaleza, la hoja, la tierra, la seta, la roca, el caracol. 





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