“Yo no sería soberana ni de una sola brizna de hierba, mientras pueda ser su hermana. Acerco mi rostro al lirio, que se alza por encima de la hierba, y lo saludo desde el tallo de mi corazón. Vivimos, y de esto estoy segura, en el mismo territorio, en el mismo hogar, y nuestra luz proviene del mismo farol. Todos somos salvajes, audaces, asombrosos. Y ni uno solo de nosotros es bonito”.
La escritura indómita, Mary Oliver.
La luz es tenue este año en los últimos días de marzo y de principios de abril. Se cuela entre las nubes, que le hacen de tapiz. Los campos están llenos de charcos, barro, las matas creciendo, extendiendo sus tallos verdes, deshaciendo los caminos en su floración.
El Pinar del Rey está lleno de setas. Por doquier surgen, de entre la hojarasca, de los troncos de los árboles, de debajo de las piedras. Esta primavera sombría es el paraíso de las setas. Y unas muy peculiares han llamado mi atención estos días.
Se trata de Clathrus ruber. Iba corriendo por los senderos ricos en humus de debajo de los pinares, cuando observé algunas setas como huevos o piedras blancas, rocas meteoritos, no es fácil de describir. Tenían una superficie rugosa en cierta forma. Eran raras. Pero no les presté más atención. Fue después cuando encontré las rejas rojas, de enorme tamaño. Entonces no pude más que quedar fascinada.
Era horrible el olor que desprendían, les hice las fotos a favor del viento para no sufrir su terrible pestilencia. Y es que estas setas que huelen a descomposición cuando han madurado y salido de esos huevos-rocas, extienden un enrejado con forma de malla más o menor regular, abovedado, con apariencia esponjosa de color rojo vibrante. Confieso que no fui capaz de tocarlas por temor a que se pegara aquel olor a las manos.
El desagradable olor es un mecanismo de Clathrus ruber para atraer a insectos de los que acuden a cuerpos en descomposición, sobre todo moscas verdes de las que vi muchas a su alrededor. Estas moscas son el instrumento de la seta para dispersar sus esporas y así expandirse y asegurarse la continuidad en el pinar.
Cuántos seres habitan bajo la superficie de la tierra, ocultos a la mirada humana, latiendo bajo nuestros pies, creciendo y multiplicándose. Las setas de vez en cuando florecen y nos anuncian su presencia. Nunca antes me había encontrado con Clathrus ruber, su rojo vibrante de vida y su terrible pestilencia. Seres audaces, llamadores de moscas y de curiosas personas como yo, moradores de la hojarasca.