LOS OTROS REINOS
Considerad los otros reinos. Los,
árboles, por ejemplo, con sus títulos
de sonido meloso: roble, álamo, sauce.
O la nieve, para la que la gente del norte
tiene docenas de palabras que describen
sus diferentes llegadas. O las criaturas, con su
pelaje grueso, su mirada tímida y sin palabra. Su
sentido inefable de lo que sus vidas
están pensadas para ser. Así el mundo
crece denso, crece salvaje, y tú también,
creces densa, dulcemente salvaje, tal y como tú
también naciste para ser.
Mary Oliver, Devociones
Fue un día de vientos calmos, con el sol alto y cegador del verano dando potencia a los colores del pinar. Cuando me adentro en un nuevo paraje suelen ser las cosas más cotidianas del mismo las que captan mi atención. Fue empezar a transitar los senderos del Parque Natural La Breña de Barbate y quedarme atrapada en las hojas del enebro marítimo. No es común en los lugares por los que me muevo a diario. Paré a hacer fotos al primero que vi, pero después encontré otro y otro más y luego otro. Una multitud de enebros marítimos crece en torno a los acantilados de la Breña y se convierte en una especie común de ese paisaje.
Crece salvaje, a merced de los vientos, de la arena volátil de las dunas y las playas, testigo de las corrientes marinas, del vuelo de las gaviotas. Se asoma a los acantilados, se embosca en la espesura de los pinares. Al sol, a la sombra, por todas partes exhibiendo en estas fechas sus frutos redondeados y verdes.
El enebro marítimo (Juniperus oxycedrus subsp. macrocarpa) tiene un porte arbustivo, aunque algunos de los que habitaban la Breña eran prácticamente árboles robustos, no muy altos y densos, de un verde ciénaga brillante por el sol. Es una especie dioica, con individuos machos y hembras. Son los árboles hembras los que poseen los frutos redondeados verdes que he fotografiado. Cuando maduran tienen un tono rojizo.
Entre los enebros salvajes de la costa acantilada, fui testigo del brillo del mar y sus corrientes, del canto chirriante y ensordecedor de las chicharras en verano, tanto sol y tanta luz en el pinar atlántico, la vegetación costera creciendo, afianzando lento pero segura sus raíces en lo profundo. Los enebros no se ocultan al verano como hacen otras especies, que esperan pacientes la estación propicia para mostrarse al mundo. Los enebros exhiben sus hojas espinosas, sus frutos redondeados a la estación estival.
Con sus imágenes dejo la entrada.
Un placer, Alicia, disfrutar el paisaje de La Breña, el mar el acantilado y los enebros a través de tú palabra con el toque poético que lo haces. También la divulgación científica Gracias
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