viernes, 28 de febrero de 2025

De la existencia del azafrán montuno


 “Con cada despertar, ya sea de un sueño o de una abstracción, el hombre tiene que aprender de nuevo lo que son los puntos cardinales. No nos encontramos con nosotros mismos hasta que no estamos perdidos, o en otras palabras, hasta que no perdemos el mundo y podemos reconocer dónde estamos y cuál es la infinita extensión de nuestras relaciones”. 

Walden, Thoreau

Entre vendavales, días nubosos y algunas tormentas se abre paso la primavera. Sierra Carbonera se convierte en un barrizal mientras florecen los gérguenes (Calicotome Villosa). Todavía no se ha desplegado su olor, pero sus ramas comienzan a teñirse de amarillo. 

En mi subida observé que el suelo se llenaba de colores: blancos, azules, amarillos, naranjas. Las herbáceas en flor, y algunos bulbos imperceptibles a lo largo del año comienzan su desfile de colores. Estos últimos no se pueden ver la mayor parte del año porque se mantienen enterrados, sin hojas, esperando el clima propicio para salir a la luz, para crecer bajo el cielo entre los otros seres que viven a la intemperie. 

Pasé por algunos tramos en los que había florecido este azafrán montuno que tiene varios nombres vernáculos que nunca había oído: azafrán portugués, anodea o cebollina. Su nombre científico, por el que podemos identificar a la especie, es Romulea bulbocodium (L.) Sebast. & Mauri.

Es de la familia de las iridáceas y florece tan sólo en primavera. Es una planta muy pequeñita de entre 5 y 20 cm de altitud. En Sierra Carbonera crece pegada al suelo, por lo menos en la vertiente de levante en donde florecían muchísimos de ellos. Sus hojas, como puede verse en las imágenes que tomé, son alargadas y finas, mientras que la flor es pura preciosidad, moradas con el corolino de un intenso amarillo anaranjado. 

A pesar de los fuertes vientos marinos que azotan esas tierras el azafrán montuno se aferra a la tierra, a los taludes arcillosos. Permanecen enterrados a resguardo del sol y del frío. Cuando los días comienzan a alargarse y las lluvias arrecian, reúne todas sus fuerzas, se abre camino entre la tierra y hoja a hoja, flor a flor puebla la intemperie. Reconoce su lugar en el mundo, la infinita extensión de sus relaciones, impacta en mis ojos, ocupa un espacio en mi memoria de las cosas que existen y desaparece hasta que los tiempos sean propicios. 




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