Esta historia tiene lugar por tierras segovianas. Nos
dirigíamos a Pedraza, pero al pasar por La Velilla, hicimos un alto en el
camino.
El pueblo está junto al río Cega
y asomando a su orilla conocimos a tan extraordinarios habitantes.
Los cangrejos de río son
crustáceos de agua dulce. En la península ibérica siempre los hubo, pero cada
vez es menos frecuente encontrarlos. Como todos los seres vivos de agua dulce
presentan un declive enorme, sobre todo debido a la contaminación y
sobreexplotación de los ríos, arroyos y lagunas.
Actualmente la especie autóctona
o europea es rara de encontrar y son especies invasoras las más comunes.
Concretamente el héroe de la jornada fue el cangrejo de señal californiano: Pacifastacus leniusculus.
El río no tenía mucha profundidad
y allá en el fondo, entre las piedras, pronto pudimos distinguirlos. El agua
estaba bien fresca y era nítida allá donde la corriente se sosegaba. Los había
de diversos tamaños. Sus pinzas son inconfundibles, a estos cangrejos se les llama “de señal” por la
mancha blanca que presentan en las quelas.
Han sido introducidos por toda
Europa y son originarios de la zona pacífica de Norteamérica. En España se le
dio su lugar en el Catálogo de especies exóticas invasoras de 2011 y supone una
amenaza para las especies autóctonas.
A pesar de eso, esta viajante
especie, cuyo traslado dependió de la mano humana, y cuyo desastre es
responsabilidad de la misma, habita los ríos de la península
despreocupadamente.
Con una barita saqué un ejemplar,
con sus quelas al aire, se mantuvo sobre una piedra unos instantes, que
aproveché para realizar las fotos. Después de un momento gesticulando con sus
pinzas algunas amenazas, se introdujo en el agua y comenzó a nadar de espaldas
como el más aventajado de los peces hasta
pararse allá en el fondo, entre las piedras.