LA HUERTA FRUTAL
He tenido sueños
de realización.
He alimentado
ambiciones.
He vendido
noches de sueño
por un poco de trabajo.
Mirad, y he descubierto
cómo la tierna floración
se convierte en verde fruto
que se vuelve fruta dulce.
Mirad, y he descubierto
cómo al final todos los vientos
soplan fríos
y las hojas
tan bellas, tan múltiples,
se funden
en el gran, negro
fardo del tiempo,
en el gran, negro
fardo de la ambición,
y la madurez
de la manzana
es su caída.
Mary Oliver, Devociones
En esta salida, que además la hice con viento de levante y por el sendero de Portichuelos que va paralelo al mar, predominaron los tonos grises, ya por las nubes de taró que creaban un cielo entoldado que filtraba la luz y engrisecía los pastos secos, ya por la propia sequía que asola los últimos días del verano.
Caminé por aquella primavera muerta, por el esqueleto de la primavera podríamos decir, y me centré en buscar los verdes. ¿Dónde ha quedado el verde intenso de los días primaverales en la sierra? La jara retorcía sus hojas que se habían vuelto de un verde cenizo, las toqué, seguían vivas y con cierto jugo, aunque parecían secas. Se retorcieron y adelgazaron para huir del peso del sol. Los lentiscos en cambio sí lucían verdes, eran los únicos, bueno, los lentiscos y los palmitos eran los únicos que mantenían el verde intacto.
El palmito, Chamaerops humilis L., es un arbusto muy común por sierra Carbonera, no alcanzan gran altura, sus gruesos troncos sólo son perceptibles cuando se queman, quedando siempre ocultos por sus palmas verdes. Esos troncos están cubiertos de un fieltro formado por fibras y restos de bases de hojas viejas. Las hojas son grandes palmas abiertas en forma de abanico con un pecíolo armado por fuertes espinas. Las flores son unisexuales y nacen las de cada sexo en plantas diferentes. En las femeninas se origina el fruto, una especie de dátil pequeño de color pardo rojizo.
Había visto muchas veces, sobre todo en mi juventud las flores del pie femenino, pero no me había fijado nunca en los frutos. Debe de ser que no suelo realizar salidas tan temprano y es que el verano siempre me aleja de la sierra y me hace volverme a la naturaleza de las dunas. Y cuando he salido por estas fechas al campo lo he hecho de noche, cuando las temperaturas son más amables.
Los palmitos están omnipresentes en todos los paisajes de mi vida, desde la infancia y en todas las estaciones, por eso he pensado que ya iba siendo hora de incluirlo en el blog. Cuando era niña mi abuelo me enseñó a hacer cuerdas con sus palmas, y también el tremendo trabajo y esfuerzo que hay que hacer para poder comer el cogollo interior que estaba bueno, la verdad, pero que no creo que compense en nutrientes el gasto realizado por el tremendo esfuerzo que cuesta sacarlo.
En el reino vegetal debe de ser un rey poderoso, que mantiene sus palmas verdes y abiertas frente al sol, que crece salvaje y libre, vegetación densa, así como deberíamos ser mientras permanecemos nosotros también bajo el sol sobre la tierra seca del verano.