sábado, 18 de enero de 2025

Invierno azul


“Los frutos y las plantas, regados con el rocío de las montañas que se reúnen aquí, son más memorables para mí que las últimas palabras que escuché en un púlpito”. 

Cartas a un buscador de sí mismo. H. D. Thoreau

En enero no podemos desaprovechar los rayos de sol. En cuanto aclara, subo a la Sierra Carbonera. 

El viento se había aplacado y una brisa casi imperceptible era todo lo que quedaba de los días precedentes de temporal y lluvia. También quedaban barro y algunas charcas. En una de ellas encontré renacuajos de un negro intenso. Como pequeñas hojas caídas flotando a la deriva. Es lo que parecen a primera vista, pero después se desplazan torpemente por la superficie quedando al descubierto. Hay que parar un momento para poder ver la constelación anfibia en movimiento por la charca. 

Los tojos amarillos y las campanillas moradas de los brezos inundan de color los caminos de la sierra, por los cuales también son muy comunes estas pequeñas flores azules. Las veo todos los años. No pasa desapercibido su intenso color azul, pero después de la floración, la planta se vuelve invisible a mi mirada, ya no sé reconocerla.

Se trata de una boraginácea: Glandora prostata que florece a partir de enero. La planta es mediana, entre 15 y 40 cm. No alcanzan gran altura, siempre se mantienen muy por debajo de los brezos y los tojos. Las hojas tienen pequeños pelos, pero su tacto no es aterciopelado, sino áspero. Hay varias subespecies en la península y no sé muy bien de cuál de ellas se trata. 

Cuando estaba en la cumbre de la sierra, en su punto más alto, junto al vértice geodésico que marca los 311 metros de altitud, ahí, en ese punto, comenzó a nublarse, un viento de poniente sopló con intensidad y se volvió frío, pero fue sólo en la cumbre. Entre las nubes se abrió un claro y un enorme rayo de sol iluminó San Roque. El viento y su frialdad duró poco, pues en cuanto emprendí la vuelta por la vertiente de levante quedó atrás y continué bajando en margas cortas. 

Corriendo entre los carriles, saltando entre las piedras, a intervalos entreveía las flores azules de esta planta de la que desconozco nombre vulgar. Cuanto más me adentro en la sierra menos capacidad de nombrar las cosas poseo. Entre miles de humildes hierbas cómo distinguir. Y a pesar de ello cada una pertenece a una especie distinta, germina, crece y florece siguiendo su propio calendario. 

Sólo puedo decir que en estos días de enero puebla de azul la sierra esta planta.  Azul, entre verdes, de los días invernales.