miércoles, 13 de enero de 2021

Erodium cicutarium: los alfileres del pastor

 “Crece salvaje de acuerdo con la naturaleza, como esos juncos y helechos que jamás se convertirán en heno inglés”.

Walden, H. D. Thoreau

Hay pocas entradas de enero en el blog. Un mes de grandes cambios en la naturaleza, porque a pesar de los días fríos comienzan las nuevas floraciones, esas que anuncian la primavera. El invierno apuntando a su final, febrero está ya a la vuelta de la esquina. La naturaleza es implacable, su ritmo inhumano.


Cuando era pequeña por estas fechas solíamos ir a coger espárragos y era muy común encontrar esta hierba a la que nosotros llamábamos relojitos, aunque es más conocida como alfilerillos o alfileres de pastor. Los nombres comunes varían de una zona a otra y por ello no sirven para identificar una especie. Las personas amantes de la botánica bien lo sabemos y por ello se consensuaron una serie de nombres “científicos”. Erodium cicutarium es el de esta especie. Sin entrar en más, el nombre podría alargarse y llevar por ejemplo el apellido del descubridor, es decir de quien estableció la especie y hasta la fecha en la que lo hizo. Pero como esto no es un artículo científico sino la entrada a un blog de naturaleza nos quedaremos con la versión corta.


Poco sé sobre esta especie, crece entre las hierbas que por estos días proveen a los descampados de un verde intenso. El verde salvaje, brillante bajo el sol, que exuda gotas de agua tras estos días de intensas lluvias. Verde invasor de las aceras, de los setos, de los claros de bosque, de los parques y descampados urbanos. Crece entre las hierbas como digo y tiene un flor morada, pequeña, con cinco pétalos y como no, el extraño fruto afilado, el llamado alfilerillo. Cuando se seca se retuerce como un muelle y es por eso que nosotros lo llamábamos relojitos. Mi abuelo los arrancaba y me los colocaba en la camiseta. Conforme se iban secando, se iban moviendo, retorciendo, como las agujas de un reloj. A mí me gustaba especialmente, me parecía algo mágico. Sorpresas de la naturaleza.


Caminando por los senderos de la infancia encontré los alfileritos y quise dedicarles una entrada. Regalos del verde salvaje que crece incontenible más allá de lo humano y que seguirá creciendo a su ritmo imparable más allá de nuestro tiempo. Es pretencioso y soberbio intentar salvar la naturaleza. Es ella quien nos salva o debemos salvarnos en ella.