Junio está siendo fresco por estas tierras de azul turquesa y de blanca cal. Me imagino que será tierra de vientos, por lo menos lo lleva siendo desde que la habito.
Me decidí a indagar por el paseo de Castilnovo, cerca del
pueblo de Conil, y cuando pasaba por el puente del río Salado, me encontré con
estos seres. Ya había visto los boquetes en el suelo en la laguna alimentada
por las mareas que se forma bajo la torre de Castilnovo y llevaba un tiempo
preguntándome si serían cangrejos o arácnidos. Porque las Lycosas hacen boquetes en el suelo bastante similares.
Caminé por las arenas de la orilla detectando los boquetes,
atenta a los seres que los habitan y tras varios errores, debidos sobre todo a
mi torpeza y durante los que lograba ver fugazmente algo informe moviéndose,
empecé a verlos con claridad. Saqué la cámara y conseguí las imágenes.
Se trataba de los vulgarmente llamados cangrejos violinistas
o cangrejos de boca. Uca tangeri, es
el nombre científico. Se caracterizan porque en los machos una de las pinzas es
más grande que la otra, se debe a que esa pinza tiene un crecimiento continuo. Las
hembras tienen las pinzas de igual tamaño. Los ojos están sostenidos mediante
péndulos oculares, como se puede ver en algunas fotos.
La coloración la verdad es que era un tanto dispar,
pues pueden cambiar de color dependiendo del entorno y si es de día o de noche.
Los quelíceros o pinzas son amarillas o anaranjadas y el resto del cuerpo es más
o menos violeta o púrpura.
En cuanto a su hábitat, como vemos, vive en estuarios,
playas, humedales. En zonas donde halla agua, en este caso salada. Se alimenta
de partículas orgánicas de la arena, por eso vemos mucha arena compactada en
granos (como de pienso de perros) alrededor de los boquetes. También pueden
alimentarse de pequeños peces y de otros animales invertebrados, igualmente de
carroña.
Habita todo el litoral atlántico peninsular, se distribuyen
desde Portugal hasta Angola. Como las playas que había frecuentado
anteriormente eran del mediterráneo, estos seres conileños me resultaron
nuevos.
Hacía viento y la desembocadura del río Salado era un
despliegue de turquesas. Dejé a los cangrejos con su vida semisubterránea allá
en el fango de las orillas y seguí mi camino. Todo está habitado. No hay
naturaleza vacía. Naturaleza es todo un lleno.