“Deberíamos mirar más a menudo
por encima de la borda de nuestro navío, como pasajeros curiosos, y no hacer el
viaje como estúpidos marineros encargados de fabricar estopa”.
Walden, Thoreau.
Comienza junio nublado y húmedo,
inusual por estas tierras del claro brillo solar. Aun así los campos de trigo
se secan lentamente, y pasan de verdes a dorados. El ciclo de la vida es
imparable, sobre todo en la primavera que se alarga este curioso año.
En mis paseos en bicicleta
siempre veo y oigo a las cogujadas, pero suelen salir volando y alejarse a mi
paso. Eso y su magnífico camuflaje cuando se posan en el carril, hace que
fotografiarlas no sea demasiado fácil. Supongo que esperando pacientemente al
final aparezcan ante el objetivo, pero ese no es mi estilo. Yo paso rápido por
el carril, en bici y no me entretengo demasiado. Si el ave vuela cerca o se
queda posada cerca pues ahí voy, a realizar la foto, sin trípodes ni retoques
posteriores. La naturaleza tal cual es.
No sé qué les pasaba ese día a
las cogujadas, primero pasé muy cerca de una, a menos de un metro y se quedó
posada, no echó a volar. Lo cual me extrañó,
pero no saqué la cámara. Más adelante me pasó lo mismo con otras dos que
me miraron indiferentes. Y más adelante me volvió a pasar. Cuando iba ya camino
de vuelta, me decidí a sacar la cámara y llevarla a mano, por si me volvía a
encontrar alguna más y así fue efectivamente.
Primero una pareja estaba en
medio del carril, ahí paré la bici y a pulso enfoqué con la cámara. Una salió
volando y me sobrevoló gritando y ahí aproveché para fotografiarla. La otra se
posó en una roca cercana y estuvo mirándome un rato. Hasta que pensé que ya
eran suficientes fotos y me fui. No se movió ni siquiera cuando empecé a
pedalear. Y así es como he ilustrado
esta entrada.
La cogujada común, Galerida
cristata, es un ave muy común de las zonas agrarias. Es una passeriforme de
mediano tamaño y colores pardos, con algunos rayados oscuros. Lo más
característico es la cresta que posee, el pico alargado y la cola corta que le
da un aspecto rechoncho. El canto es también muy característico.
Se trata de una especie
sedentaria en la península ibérica y una de las densidades más altas se data en
el valle del Guadalquivir. Las fotos están tomadas en Utrera, provincia de
Sevilla.
Su dieta es muy variada, brotes,
grano, insectos. Da igual lo que hayan plantado en los campos, las cogujadas no
parecen moverse de aquí para allá, hasta cuando hay barbecho y todo está seco, en
el cálido agosto, ahí están, posadas en los terrones de tierra caliente.
Al trigo dorado al sol no hay ave
más acorde, ni al borde del carril. Con ellas os dejo la entrada y con uno de
los paisajes típicos, como suelo acostumbrar.