domingo, 9 de abril de 2017

Las aves de la primavera



La variedad de aves que habita por estos días la campiña utrerana es inabarcable y como la primavera es una época de multiplicidad, deseo dedicar esta entrada a la campiña en sí y no tanto a una especie concreta. 

Son muchas las aves que se acercan por estos días al pueblo de Utrera. El canto de los trigueros (Miliaria calandria) se oye en la distancia, aprovechan las ramas altas de los arbustos o las posiciones más elevadas del campo para dejar caer su trino por los campos de trigo. 


Ya en 2014 le dedicaba una entrada a esta especie, a los ejemplares que habitan estas tierras en invierno. Habiendo campos de trigo ahí están tan magníficas aves.

Por estas fechas, el trigo está crecido y comienza a secarse. El verde comienza a aclararse y pronto será sustituido por el característico tono dorado.


Para ver aves, ni siquiera es necesario entrar en el campo, ya todos los campanarios de Utrera están ocupados, las cigüeñas blancas (Ciconia ciconia) llegaron en febrero y tras inundar el pueblo con su golpear de picos y sobrevolar mi casa una y otra vez cargadas de ramitas para los nidos, ya puedo verlas incubando.


Como la mañana estaba muy buena salí en bicicleta por la campiña a ver qué me encontraba. A mi paso, por lo que creo que debió de ser una antigua posada, encontré una pareja de grajillas (Corvus monedula) curiosas. No son muy comunes por estas tierras, pero esta pareja se ha hecho dueña y señora de las ruinas. Una de ellas se posó en el muro, cerca de donde yo estaba y me miró en silencio con su penetrante ojo azul. 


Las perdices rojas (Alectoris rufa) tampoco se han quedado atrás y también han habitado las ruinas. Alertadas por mi presencia varias salieron volando y una de ellas se posó en el muro en donde pude fotografiarla. 


También a esta especie le dediqué una entrada en el blog, fue en febrero de 2015 y por entonces las fotografiaba entre la niebla. 


Siguiendo mi camino, entre campos de trigo, me encontré también con bastantes lavanderas boyeras (Motacilla flava). Se trata de una especie estival que puede verse desde marzo hasta octubre. Son muy curiosas y salen al paso de la bicicleta, pero en cuanto paro, salen volando y una vez internadas en los campos de trigo es imposible divisarlas.




Otras especies que me sobrevolaron fueron las cigüeñuelas (Himantopus himantopus). Estas no se ven nunca cerca del pueblo, pero habiendo charcas de agua en el campo, allí están. Se trata de una especie mayormente estival, aunque este invierno he podido ver algunas en el embalse de la Torre del Águila, en el Palmar de Troya. 



También me pasó volando una especie a la que tengo gran aprecio. Se trata del aguilucho cenizo (Circus pygargus). Varias parejas de esta singular rapaz crían por la campiña utrerana, pero habitan estas tierras muy poco tiempo. Llegan en marzo con los campos de trigo verdes y cuando el calor aprieta en los días de julio desaparecen. Es una migradora transahariana que pasa el invierno en África occidental. Este ejemplar se acercó a la bicicleta unos minutos y luego se alejó volando en círculos. 



En las zonas donde no hay trigo están plantando girasoles, así que este verano los campos van a estar preciosos. Por ahora pueden verse las primeras hojas de tan magnífica planta colocadas en hileras. 


Frente a uno de estos campos en los que los girasoles asoman, una tarabilla (Saxicola rubicola) posada en la cerca de la linde del carril me miraba curiosa. Se trataba de una hembra, por eso su colorido es tan poco marcado.


A esta especie también le dedicaba en el pasado una entrada, allá por el año 2014. Fue de las primeras entradas del blog.

Ya de vuelta, tras un largo paseo (unos veinte kilómetros) crucé algunos campos de colza, que también son típicos en estas fechas y que dan mucho colorido al paisaje.


Un cernícalo primilla (Falco naumanni) me sobrevoló un instante y el sol incidió en sus alas aportándole unos tonos anaranjados muy bonitos.


Encontré posado en una torre de alta tensión a un cuervo (Corvus corax). Es una especie, desde luego, rara por estas tierras, pero en estas fechas pueden encontrarse algunos ejemplares supongo aprovechando la bonanza primaveral.


Finalmente ya se divisaba el pueblo de Utrera y mi paseo tocaba su fin. 


Los gorriones (Passer domesticus) provocaban una algarabía estridente entre los cardos secos. Tomé algunas fotos y con una de ellas, la de un ejemplar macho doy cierre a tan dilatada entrada dedicada a las aves que habitan la campiña utrerana en primavera.