La variedad de aves que habita
por estos días la campiña utrerana es inabarcable y como la primavera es una
época de multiplicidad, deseo dedicar esta entrada a la campiña en sí y no
tanto a una especie concreta.
Son muchas las aves que se
acercan por estos días al pueblo de Utrera. El canto de los trigueros (Miliaria
calandria) se oye en la distancia, aprovechan las ramas altas de los arbustos o
las posiciones más elevadas del campo para dejar caer su trino por los campos
de trigo.
Ya en 2014 le dedicaba una
entrada a esta especie, a los ejemplares que habitan estas tierras en invierno.
Habiendo campos de trigo ahí están tan magníficas aves.
Por estas fechas, el trigo está
crecido y comienza a secarse. El verde comienza a aclararse y pronto será
sustituido por el característico tono dorado.
Para ver aves, ni siquiera es
necesario entrar en el campo, ya todos los campanarios de Utrera están
ocupados, las cigüeñas blancas (Ciconia ciconia) llegaron en febrero y tras
inundar el pueblo con su golpear de picos y sobrevolar mi casa una y otra vez
cargadas de ramitas para los nidos, ya puedo verlas incubando.
Como la mañana estaba muy buena
salí en bicicleta por la campiña a ver qué me encontraba. A mi paso, por lo que
creo que debió de ser una antigua posada, encontré una pareja de grajillas
(Corvus monedula) curiosas. No son muy comunes por estas tierras, pero esta
pareja se ha hecho dueña y señora de las ruinas. Una de ellas se posó en el
muro, cerca de donde yo estaba y me miró en silencio con su penetrante ojo
azul.
Las perdices rojas (Alectoris
rufa) tampoco se han quedado atrás y también han habitado las ruinas. Alertadas
por mi presencia varias salieron volando y una de ellas se posó en el muro en
donde pude fotografiarla.
También a esta especie le dediqué
una entrada en el blog, fue en febrero de 2015 y por entonces las fotografiaba
entre la niebla.
Siguiendo mi camino, entre campos
de trigo, me encontré también con bastantes lavanderas boyeras (Motacilla
flava). Se trata de una especie estival que puede verse desde marzo hasta
octubre. Son muy curiosas y salen al paso de la bicicleta, pero en cuanto paro,
salen volando y una vez internadas en los campos de trigo es imposible
divisarlas.
Otras especies que me
sobrevolaron fueron las cigüeñuelas (Himantopus himantopus). Estas no se ven
nunca cerca del pueblo, pero habiendo charcas de agua en el campo, allí están.
Se trata de una especie mayormente estival, aunque este invierno he podido ver
algunas en el embalse de la Torre del Águila, en el Palmar de Troya.
También me pasó volando una
especie a la que tengo gran aprecio. Se trata del aguilucho cenizo (Circus
pygargus). Varias parejas de esta singular rapaz crían por la campiña utrerana,
pero habitan estas tierras muy poco tiempo. Llegan en marzo con los campos de
trigo verdes y cuando el calor aprieta en los días de julio desaparecen. Es una
migradora transahariana que pasa el invierno en África occidental. Este
ejemplar se acercó a la bicicleta unos minutos y luego se alejó volando en
círculos.
En las zonas donde no hay trigo
están plantando girasoles, así que este verano los campos van a estar
preciosos. Por ahora pueden verse las primeras hojas de tan magnífica planta
colocadas en hileras.
Frente a uno de estos campos en
los que los girasoles asoman, una tarabilla (Saxicola rubicola) posada en la
cerca de la linde del carril me miraba curiosa. Se trataba de una hembra, por
eso su colorido es tan poco marcado.
A esta especie también le
dedicaba en el pasado una entrada, allá por el año 2014. Fue de las primeras
entradas del blog.
Ya de vuelta, tras un largo paseo
(unos veinte kilómetros) crucé algunos campos de colza, que también son típicos
en estas fechas y que dan mucho colorido al paisaje.
Un cernícalo primilla (Falco
naumanni) me sobrevoló un instante y el sol incidió en sus alas aportándole
unos tonos anaranjados muy bonitos.
Encontré posado en una torre de
alta tensión a un cuervo (Corvus corax). Es una especie, desde luego, rara por
estas tierras, pero en estas fechas pueden encontrarse algunos ejemplares
supongo aprovechando la bonanza primaveral.
Finalmente ya se divisaba el
pueblo de Utrera y mi paseo tocaba su fin.
Los gorriones (Passer domesticus)
provocaban una algarabía estridente entre los cardos secos. Tomé algunas fotos
y con una de ellas, la de un ejemplar macho doy cierre a tan dilatada entrada
dedicada a las aves que habitan la campiña utrerana en primavera.