Llegan los días frescos, las primeras lluvias, los cúmulos
nubosos y los vientos fuertes que anuncian la cercanía del invierno. Los
últimos algodonales se secan en los campos y las aceitunas que quedan en los
olivares, maduras y negras comienzan a caer.
En estas semanas los campos han quedado embarrados y
recorrerlos en bicicleta se convierte en algo complicado, el paseo se vuelve
pesado, cansado, hay que afanarse. No obstante pronto vemos que el esfuerzo
merece la pena.
Nuevas aves han venido a poblar estas tierras utreranas y el
silencio de los últimos días del verano ha sido sustituido por la algarabía
otoñal.
Bandadas de gorriones morunos (Passer hispaniolensis) gritan
ocupando los árboles del carril de arena. También se los oye más allá, entre
los olivos. Su canto es muy parecido al del gorrión común pero sus bandadas son
inconfundibles por estos campos. También tienen el mismo tamaño de los
gorriones comunes, pero los diferencia el plumaje, sobre todo el de los machos.
Conseguí fotografiar a un numeroso grupo que despreocupado
vociferaba en un árbol de la linde del carril. A su sombra paré a
descansar y realicé el reportaje que acompaña esta entrada.
Entre las imágenes, destaco la siguiente que es muy
ilustrativa para distinguir a esta especie. Muestra a un macho y a una hembra,
con sus diferentes plumajes.
Las hembras, como vemos, son muy parecidas a las del gorrión
común, las diferencia un tenue listado en el pecho.
En cambio, los machos tienen el píleo rojo, las mejillas
blancas, el dorso, el pecho y los flancos negros. Todas ellas diferencias
claves con respecto al gorrión común. También tienen un antifaz negro en los
ojos enmarcado por unas cejas blancas, a veces, partidas en dos.
Estas aves residen por todo el mediterráneo, aunque en
Francia y la península italiana no están presentes. Pero además se extienden
más allá por oriente próximo y las zonas centrales de Asia. Por ello hay
diversas subespecies. La subespecie hispaniolenses es la que habita estas
tierras.
Al parecer por la península ibérica realizan migraciones
parciales de corto recorrido. La población de gorriones morunos en España
muestra una tendencia expansiva e incluso en algunas zonas de cultivos se las
considera una plaga. Esto es porque en cuanto a la alimentación son granívoros, aunque en la época de cría se alimentan de insectos.
Mientras los días se vuelven cada vez más cortos, a pesar
del barro del camino, la algarabía de los gorriones morunos tiñe el otoño de la
potencia de la vida. Con estos maravillosos seres y con los paisajes que
habitan doy por acabada esta entrada.