La idea del blog es adentrarme en la vivencia de los
distintos paisajes. Cada vida tiene sus paisajes. Estos son los míos, desde los
cotidianos hasta los excepcionales y remotos, los accidentales, los
inesperados. Pero sobre todo los diarios, los acomodados, los acostumbrados.
Hay que ahondar en la costumbre.
Resido desde hace algún tiempo en el pueblo de Utrera. En
estas fechas, finales de agosto, hace varios días que ando detectando algunos
milanos negros. Se acaba el verano y muchas especies de aves comienzan la
migración hacia lugares más cálidos. Esas que viven toda su vida en verano,
buscándolo entre una mitad del mundo y la otra. Tan importante es esta estación
para algunas especies, tan agradables son sus dones.
Ya se han recogido las cosechas de trigo y los campos están secos, algunos arados, otros, aún contienen los restos amontonados de la cosecha, en ellas se adivina el trigal. Un día de éstos, mañana o pasado a lo más, les prenderán fuego. Las breves llamas calcinarán los tallos del trigo sobrante y con sus cenizas se abonarán las tierras. Dentro de unos días las humaredas alcanzarán al pueblo y Utrera se verá a retazos de humo, olerá a pastizal ardiente.
Allá en lo más alto del campanario ha quedado el nido vacío
de las cigüeñas, también los vencejos se fueron ya. Pero como nuestra
naturaleza se transforma por estaciones,
otras aves vendrán a ocupar nuestro invierno.
Los milanos negros comienzan su camino hacia el Estrecho de
Gibraltar probablemente e inspeccionan los campos, como una sombra, en busca de
alimento.
En estos días calurosos son, algunos ratos, la única ave, la
única silueta en el horizonte de Utrera.
Alicia Ramos González 2014